viernes, 11 de diciembre de 2009

Ciudad de Cristal.

“Por cada alma perdida en este infierno particular, hay varias otras encerradas en la locura, incapaces de salir al mundo que se halla al otro lado de sus cuerpos. Aunque parecen estar ahí, no se puede contar con que estén presentes. Por ejemplo, el hombre que va a todas partes con un juego de palillos de tambor, aporreando la acera con ellos a un ritmo precipitado y desatinado, incómodamente encorvado mientras avanza por la calle golpeando insistentemente el cemento. Quizá piensa que está haciendo algo importante. Quizá, si no hiciera lo que hace, la ciudad se vendría abajo. Quizá la luna se saldría de su órbita y se estrellaría contra la tierra.”

“Usted está ahí sentado y piensa: ¿Quién es esa persona que me habla? ¿Qué son esas palabras que salen de su boca? Yo se lo diré. O no se lo diré. Sí y no. Mi mente no es todo lo que debiera ser. Digo esto por mi propia voluntad. Pero lo intentaré. Sí y no. Intentaré decírselo, aunque mi mente hace que sea difícil. Gracias”.

“Cuando yo uso una palabra, dijo Humpty Dumpty en un tono bastante despectivo, significa exactamente lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos. La cuestión es, dijo Alicia, si puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes. La cuestión es, dijo Humpty Dumpty, quién es el amo, eso es todo”.

Paul Auster, Ciudad de Cristal.

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