lunes, 11 de enero de 2010

Cornerstone




Creí verte en el bar "el Acorazado", pero sólo fueron figuraciones mías: no era más que un mero efecto visual bajo las luces de advertencia. Ella estaba cerca, tan cerca que pudo haber sido tu fantasma, pero mis esperanzas se desmoronaron cuando le pregunté si podía llamarla con tu nombre.  Creí verte en "el Anzuelo Oxidado", acurrucada en una silla de mimbre; me moví para poder ver más de cerca  y besé a la chica que estaba allí sentada. Ella estaba cerca y me abrazó muy fuerte hasta que le pregunté, excesivamente cortés, si por favor podía llamarla con tu nombre. Y aplacé el regreso a casa lo más que pude; dejé que el taxista se fuera por el camino más largo, mientras yo percibía tu perfume en el cinturón de seguridad y me guardaba los atajos para mí mismo. Creí verte en "el Pico del Loro" jugando con la alarma contra humo; había tanto ruido que no escuchaba lo que ella me decía, y además tenía un brazo roto. Estábamos muy cerca, tan cerca que las paredes estaban húmedas; y en ellas escribió en legibles letras de molde: No, no puedes llamarme con su nombre. Dime dónde te escondes, me preocupa que olvide cómo es tu rostro; le he preguntado ya a todo el mundo... y empiezo a pensar que todo este tiempo te he imaginado. Y aplacé el regreso a casa lo más que pude; dejé que el taxista se fuera por el camino más largo, mientras yo percibía tu perfume en el cinturón de seguridad y me guardaba los atajos para mí mismo. Vi a tu hermana en "el Piedra Angular", en una caseta telefónica para el hombre promedio; cuando vi que estaba sola pensé que quizá podría comprender. Ella estaba cerca... bueno, no podía estar más cerca... Y ella dijo: "Se supone que no debería, pero sí, puedes llamarme como quieras".

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