martes, 18 de agosto de 2009


ELLA SE HA IDO, y hasta mi cuerpo se derrumba al escuchar su nombre. Se ha ido de nuevo; ¿es posible el adiós dos veces?. El hecho es que se fue, y puede que eso responda a mi pregunta. Miles de motivos, ninguna explicación. Sus últimas palabras resuenan como ecos en toda la casa. En aquellas esquinas, paredes, ventanas que la acercaron a mí. Suenan, suenan, rebotan y vuelven a sonar, mientras mis dientes se aprietan cada vez más y mi cabeza intenta salirse de mí. Definitivamente se ha ido. Y mi llanto en silencio ya no quiere silenciarse. Nunca entendí el amor, nunca entendí el sufrimiento. Puede que hoy sí. Hasta puede que hoy escuche sus gritos pidiéndome todo lo que no le di.
¿Qué es lo que me queda ahora? ¿Debo pasar mis días estudiando el análisis sintáctico y leyendo las obras que compusieron otros estando en mi lugar, sufriendo por otra? ¿Qué si no estoy dispuesta a dejar de llorar por ella?
El té solitario a la noche, el celular sin exigirme que llame, los músculos tensos, la cama a medio utilizar. Probablemente sólo me quede tranquilizarme, sentarme y repetir infinitas veces: "Sólo quiero volver a tu cabeza".

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